Estaba sentado atragantándome de chifa en el China-Wok, terminando de entender porqué no habíamos entrado a ver el Expreso Polar, mientras ellas discutían sobre la imbecilidad innata a los hombres, porque admitámoslo, todos los hombres somos imbéciles. Sí, todos nosotros.
Hoy en la tarde pasé por la universidad a recoger notas y a pagar la pensión, había quedado luego en encontrarme con Denisse y Claudia en el cine para "ahogar nuestras penas en canchita" (palabras de Denisse).
En vista que había una cola gigantesca para pagar decidí irme de frente al cine, después de todo ellas me iban a esperar allí desde las cinco y ya eran casi las cinco y cuarto. Chapé mi taxi (como bueno) y llegué, y no estaban, y esperé, y esperé, y les timbré y seguí esperando. Mientras tanto me puse a chequear lo que había en cartelera, la única peli que me llamó la atención fue el Expreso Polar, el resto o ya las había visto o jamás pagaría por verlas, además necesitaba de algo que me resucitara el espíritu navideño.
Tras un buen rato llegaron las señoritas, faltando diez minutos para las seis, es decir unos cincuenta minutos tarde o el equivalente a cinco intentos de hurto en saga (la bendita alarma no paraba de sonar). Se disculparon pues se les había hecho tarde en el banco y yo atraqué (además, siendo justos, la puntualidad nunca ha sido mi punto fuerte y ellas lo saben). Les solté los motivos por los que debíamos ver el Expreso Polar y no se mostraron muy animadas, a una no le convencía ver a Tom Hanks haciendo todos los papeles, a otra la animación le parecía tan mala que llegó a compararla con Barbie Rapunzel "ese chiquito, todo falso... parece de plástico".
Al final decidimos subir a embutirnos algo al chifa, y la verdad es que me dolió gastar mi platita en un combo sobrevaluado (los he probado mejores). La conversa estuvo amena, centrándose principalmente en el, bastante próximo, viaje de Claudia. Luego las señoritas quisieron fumar así que nos quitamos al "Chalán" a por unas cremoladas, lugar donde podrían dar rienda suelta a sus vicios tabacaleros.
Ya en el Chalán, entre cremolada y cremolada, empezaron una discusión de lo más tonta, recordando pleitos de varios meses atrás, y que terminó con ambas trompudas, sin dirigirse la palabra, y conmigo en medio haciendo de réferi, arrepentiéndome muy en el fondo de toda la salida que en general resultó siendo un fiasco... igual, probablemente mañana se les pase, las personas somos así, imbéciles, sin distinción de sexo.
Hemos quedado para el viernes ir a ver Los Increibles, al primer indicio de bronca pongo los pies en polvorosa.
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