jueves, diciembre 29, 2005

Getting angst

Veinticuatro... puta madre veinticuatro ¿y ahora qué hago?
puta madre veinticuatro... ¿y ahora qué hago?
veinticuatro... ¿y ahora qué hago?
Parafraseando uno de los momentos geniales de Días de Santiago

Su servidor mañana cumple 24 años.
Como de costumbre, la cercanía de la fecha inminente me trauma. Me atormenta lo definitivo, lo que cambia y ya no ha de regresar a ser como antes, nunca más.
Y sí, ya sé que la vida es constante cambio. Pero es en fechas importantes -como ésta- que la angustia me entra y me siento sin rumbo, y viejo, y perdiendo tiempo.

Todavía estoy a tiempo de decidir si ésta es la vida que quiero llevar, pero esa opción no estará siempre allí. Y sé que tarde o temprano me veré atrapado en la celda que estoy forjando ahora, y en ese momento ya será irremediable y habré desperdiciado una vida, ésta, la única que tengo.

Bueno, necesitaba descargar estos pensamientos positivos.
Mayor motivo para embriagarme mañana hasta perder la conciencia...

jueves, diciembre 22, 2005

El choro de bicicletas

Digamos que hoy me provocó hacer que Vittorio de Sica se retorciera en su tumba, tons hice esto.



Sica, sacúdete en tu cripta!

lunes, diciembre 12, 2005

Domingo ratuno!

Bah, los exámenes finales terminaron hace ya algunos días. El saldo: un curso aprobado, uno jalado con roche (pasable en el susti... ojalá) y dos que me tienen en suspenso y esperando las notas que recién entregarán esta semana.
Mientras tanto, he dedicado estos días a darme un poco-merecido-descanso, so pretexto de reponer mi cuerpecito del stress de los exámenes. Así las cosas, me pasé el miércoles durmiendo hasta que las gastritis se fue, el jueves despidiéndome de las ratas con intercambio de regalos de por medio, y el viernes en el super concierto de los Gatos Flacos sobre el cuál, a lo mejor, me anime a postear mañana o uno de estos días.
Todas estas actividades fueron minando, muy de a poquitos, mis ya escasas reservas económicas, por lo que el domingo tuve que hacer magia para sacar unos cuantos soles y pagar -junto con Josué- un almuerzo para Meylin y Raty, a razón de un reto que les pusimos y que las infelices llegaron a cumplir.



He aquí la foto del reto infame. Raty pateando un penal y Meylin en el arco, en el estadio Miguel Grau de Piura. Lo difícil del reto era entrar al estadio, pues durante esas fechas no dejaban pasar a entrenar ni siquiera a los jugadores de segunda división. Ratas...



Con nuestro limitado presupuesto, las opciones sobre dónde llevarlas a comer eran muy reducidas. Decidimos ir a un chifa en la plazuela Merino y que cumple con las tres B's (bueno, bonito y barato) (incluso una cuarta B que suele pasar desapercibida: bastante).
Eran casi las tres de la tarde cuando las llevamos al chifa; hicimos el camino a pie, gracias a que hacía un clima precioso con cielo nublado y ambiente fresco. Llegando, subimos al segundo piso del local desde donde teníamos una vista espectacular de la plazuela y alrededores. Las chicas ordenaron sus respectivos platos y tragamos hasta decir basta. El almuerzo pasó sin mayores incidentes salvo por la cucarachita flotando en la sopa de Raty y el elemento orgánico, oscuro e irreconocible que Josué halló entre su arroz y que preferimos no saber qué era (juraría haberle visto pelos y un ojito).
Una vez saciada nuestra hambre y llenos a reventar, decidimos caminar un poco para bajar la wata. Una suave garúa nos acompañó parte del camino, mientras decidíamos qué hacer, ya que ninguno quería regresar a sus casas aún. En nuestra ruta pasamos por el cementerio San Teodoro, el más antiguo de Piura, elegante y "acogedor", con esculturas de mármol tan bonitas como antiguas. Había un entierro y -cosa rara- las puertas estaban abiertas de par en par. Decidimos entrar a hacer la sobremesa.

Josué tiene a buena parte de sus antepasados enterrados allí, por lo que nos hizo un pequeño tour. Por su lado, Raty y Meylin indicaban las locaciones del cementerio que habían usado para filmar parte del cortometraje Pipas el ciclo pasado. Yo, sólo atinaba a hacer comentarios del tipo: "la lápida de tu bisabuelito se parece al monolito de 2001, ergo ¿tu abuelito era fan de Kubrick?"
Después de dar vueltas y vueltas entre los pasillos laberínticos, decidimos sentarnos un rato y descansar. La conversación en un momento derivó en el tema amoroso y se me prendieron de nuevo con lo de "la chica que me gusta y a la que no le digo nada porque no sirvo para esto de las relaciones sentimentales", asunto con el que se les da por fastidiarme de cuando en cuando, porque no pueden luchar contra la vocación casamentera que al parecer presentan todos mis amigos.
Terminada la conversa, proseguimos con nuestro tour, dedicándonos ahora a buscar lápidas de gente que hubiera muerto en la fecha de nuestros cumpleaños. No hayamos ninguna. Nos fuimos.

Nuestra siguiente parada fue en casa de Marco, el Bitch-ito, a quien le caimos con la esperanza de que nos invitase agua y panqueques (resulta útil tener amigos aficionados a la repostería). Tragamos (más) y tras "jugar a ser modelos" frente a la casa de nuestro anfitrión, decidimos pasar por la pensión de Raty a por su cámara con vistas a tener nuestra última sesión de fotos del año.




Una extraña fiebre por el figuretismo se apoderó de nuestros cuerpos aquél día y nos tiramos buena parte de la noche haciéndonos fotos raras y más raras, hasta que se acabó la batería de la cámara. Mientras Raty la ponía a cargar media hora para una última tanda de fotos, el resto nos dedicamos a contar historias de fantasmas. Marco apagó las luces y encendió una vela, creando el ambiente propicio para asustarnos, aunque fuera un poco. Les comenté que durante nuestra visita al cementerio hubo un momento en el que me empecé a sentir apesadumbrado e hipersensible, y que quizá en ese momento unos cinco espíritus pudieron haber aprovechado para venirse conmigo y que estaban acompañándonos en ese preciso instante. Meylin y Raty se pusieron nerviosas y me pidieron que dejara de hablar babosadas, pero todos nos quedamos intraquilos y mirando para los rincones de rato en rato.


Pasada la media hora fuimos al parque de San Felipe a tomarnos fotos en los columpios, pero después de sacarnos unas tres, la bateria volvió a descargarse. Igual, terminamos la noche trepándonos en toboganes, subibajas y columpios, haciendo retos de quién saltaba más lejos o de quién podía apagar la luz del poste de una patada. Recuperando por un momento una infancia no tan lejana. Y, a pesar de estar cubierto de arena, sudor y espíritus chocarreros, me sentí muy bien, por haber pasado un domingo inusual casi sin querer, que es como surgen a veces las mejores cosas.