miércoles, enero 19, 2005

Mini-Crónica de viaje (continuación)

Para el sábado Claudia me había invitado a almorzar a su casa. Todo bien... salvo por un pequeño detalle, su casa está ubicada en el pujante (y lejaaaaaaano) distrito de San Martín... no tenía idea de que carro tomar para llegar hasta allá.
La prima de Claudia me explicó que podía subirme a un Covida (línea que me sonaba por un artículo de Enrique Patriau en una edición pasada de Domingo), y eso hice. A la hora y pico de viaje las casas y edificios dieron paso a mercados pobrísimos, sucios y desordenados; camiones, papas, caseritas y choros al por mayor... luego el paisaje cambió para convertirse en una zona medio industrial y finalmente después de hora y media de nalgas adoloridas logré divisar mi paradero: cobrador, bajo en el Británico de los Jardines, grité, mientras avanzaba intentando mantener el equilibrio... tras golpear brutalmente un par de cabezas con mi mochila en mi trayecto hacia la puerta logré bajar, contento de que sólo me hubieran cobrado un sol.
La pasé bonito ese día con Claudia y su familia, primero estuvimos poniendonos al día sobre nuestros respectivos traslados (la infeliz va a estudiar en la PUCP), me estuvo mostrando el barrio donde había crecido, a sus vecinos locos (orates, esquizofrénicos con diagnóstico) y nos burlamos un rato de su primer enamorado que se está quedando calvo. Después del almuerzo me llevó a conocer el Mega Plaza, el gran centro comercial hecho para que las personas pudientes de los conos gasten sus ingresos... no pude evitar recordar un episodio de South Park en el que un Walmart llega al pueblito y los demás negocios empiezan a quebrar y los habitantes de south park se idiotizan y se pasan todo el día dando vueltas allí y compran y compran aunque no lo necesiten (pero es que los precios estan tan bajos!) y renuncian a sus empleos y los contratan de chulios en el walmart (10% de descuento para empleados!) y al final el gran centro comercial era un ente demoniaco indestructible que residia muy profundo en los corazones de todos sus clientes y cada que alguien moría cagaba copiosamente... en fin, no pude evitar recordarlo.
Emprendí el camino de regreso a casa tarde, me embarcaron en un carro que pasaba por toda la via expresa para bajarme en el paradero de Javier Prado, de ahi caminar unas cinco cuadras hasta Iquitos y unas cuantas más a la casa de mis abuelos. Pan comido. Al menos según el mapa de Lima que tenía la prima de Claudia. Casi se me pasa el paradero de javier prado de no ser por la advertencia de una señora muy amable que se dio cuenta que yo andaba más perdido que huevo frito en ceviche, y una vez en la avenida no supe ubicar en que dirección debía ir para llegar a Iquitos, empecé a sudar frío, decidí seguir el camino que me indicó el instinto y tras unas cuantas cuadras de taquicardia y gente que me miraba raro logré distinguir locales conocidos, indicio que estaba en la senda correcta.
Mañana la conclusión

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