El pasado viernes 3 de marzo me tragué junto a Nicky un pollo broster enterito, celebrando su cumpleaños (el de Nicky, no el del pollo, aunque uno nunca sabe). Enterito, cerdos de porquería, con papas, mayonesa y todo el menjunje. Nicky había dicho que iba a tirar la casa por la ventana (no se cumplen 25 todos los días) y que me iba a hacer bailar perreo en venganza por el karaoke que hizo en mi cumpleaños, pero, para mi suerte, su abuelita murió unos días antes. Considerado como es, Nicky cambió sus planes y nos llevó a los que nos acordamos de su cumple a comer pollo; luego a su casa, a empujarnos litro tras litro un jarrón/balde de sangría. No vomité nomás de puro borracho, la conciencia no me dió ni para eso.
Al día siguiente Claudia cayó por mi casa y preparamos un cerro de tequeños rellenos con pedacitos de hotdog, para luego tirarnos a ver películas y a monguear toda la tarde junto a una Coca-cola de dos litros. Horas después cayó también Angela, poco antes de que Claudia regresase a Piura, y aunque ya no pudo disfrutar de los tequeños (porque ya nos los habíamos tragado viendo "El Ente") se abrochó con el chifa que mis papás compraron para la cena. Ah, pero no quedó ahí, le dije a Angelilla ¿vemos peli? y ella Ya, pero hácemos canchita primero, y con un fuentón de canchita en mano, subimos a ver "The Rocky Horror Picture Show" y luego "El Graduado" (fue un buen sábado ahora que lo pienso).

Ya que el experimento con la gelatina fue un completo fracaso y puesto que aún seguía enfermo y hasta las patas, tuve que (muy a mi pesar) empezar a tomar pastillas. No suelo enfermarme y cuando lo hago prefiero curarme al natural, pero en vista de lo horrible que es abrigarse en pleno verano, no poder tomar cosas heladas, ni dormir con las ventanas abiertas, tuve que empezar con el tratamiento para pasar por este resfrío en el menor tiempo posible. Claro, con tal suerte que las pastillas infelices me empezaron a causar gastritis.
El miércoles por la noche, resfriado y con gastritis, quedé atrapado en medio de una lluvia torrencial mientras conversaba con unos amigos en la plaza de armas de Piura. Ya me había empujado dos cañonazos y dos barras de gomitas intentando bajarle al dolor de la gastritis, y durante nuestra estadía en la plaza tuve que comprar un paquete de galletas porque el dolor era insoportable. Hacia la medianoche, ya sin lluvia pero aún empapado, me fui a alojar a casa de Nicky, porque a esa hora ni de vainas me regresaba a Sullana. Una última ola de dolor me vino y tuve que apaciguarla comprando una porción de salchipapas en la esquina antes de irme a dormir.
Para rematar hoy, que ha sido cumpleaños de mi mamá, he tragado -como quién no quiere la cosa- cabrito al horno, cerveza, yogurt, cereal, parrillada de pollo, parrillada de carne, dos tortas distintas y gaseosa hasta decir basta...
Después de haber podido manejar mi dieta relativamente bien en los últimos años, me siento mal por andar en estos pasos. Supongo que mi voluntad se estará tomando un descanso o quizá esté en huelga por algún motivo que mi subconciente sabrá decirme eventualmente. Sólo espero que no sea demasiado tarde (o sea cuando pese de nuevo 75 kilos).
P.D. Mañana toca ayuno y mucho, muuuuucho ejercicio. He dicho.
