Quizá lo haya mencionado en algún post anterior, pero por si no lo hice aquí va de nuevo: el Santa Rosa es el colegio donde estudié desde que llegamos a vivir a Sullana city. Es un colegio de hermanos maristas y, al menos mientras estuve allí, era sólo para varones (se ha ido convirtiendo gradualmente en un colegio mixto). Tiene la fama de ser uno de los mejores de acá, pero eso no viene al caso ahora. Al ser uno de los más viejos, ha tenido también el privilegio de llevar a cabo una de las actividades más tradicionales de la región.
La kermesse santarrosina se debe venir celebrando desde que el colegio existe. Reune a los egresados de las sesentitantas promociones que tiene el colegio, y a las familias de estos, y a los amigos de éstas, y a cuanta persona que desee embriagarse, tragar, bailar y/o ensordecerse "sanamente".
Por supuesto este año, como ya es costumbre, no fui. Es parte de mi política anti-fiestas a todo dar, en las que por lo general termino sintiéndome más solo que lo habitual. En vez de eso, me quedé en casita, cambiándole el layout al blog (¿a que no está lindo?) y avanzando con las veintemil cosas que tengo pendientes y por las cuales estoy a punto de perder a varios amigos. Atrás quedaron los días en que mis padres me obligaban a ir con ellos para que me divierta un poco, o aquella vez en que fui con Claudia, Denisse y Ricardo (cuando andaba en afanes con la Clau) y terminamos tragando en mi casa porque no soportabamos el caos, ni el olor a vómito, ni al borracho espeso que me echó cerveza de casualidad y que, luego, me tenía abrazado pidiéndome disculpas y asfixiándome con su tufo (ah! tiempos aquellos).
En fin, a lo mejor el próximo año me anime a ir. A lo mejor descubra cómo camuflarme entre la multitud. A lo mejor logre sentirme uno más. Y pueda en serio pasarla bien. Y agarrar con medio mundo. Y embriagarme hasta el olvido. E incluso, con algo de suerte, logre conseguir que me metan chaveta, en una de las tantas broncas callejeras que hay al caer la tarde; cuando los últimos rayos del sol ponen ese todo dorado sobre las paredes del colegio, y las sombras de los algarrobos sirven de refugio a aquellos que necesitan descargar su vejiga de tanta chela. A lo mejor el próximo año me vuelva normal.